Una de las características del tiempo en el que vivimos es sin duda la inmediatez, entendida desde el deseo por conseguir en el menor tiempo posible aquello que estamos buscando.
Si esto mismo lo extrapolamos a nuestra profesión, podemos observar que gran parte de las incidencias que se generan durante la planificación y ejecución de un evento y que en muchas ocasiones conllevan consecuencias poco deseadas, vienen de la mano de la inmediatez, debido a una rápida valoración carente de reflexión y que puede llevar consigo consecuencias poco deseadas.

Es cierto que nos dedicamos al mundo de la comunicación, y que a través de la organización de actos y eventos, transmitimos el mensaje de la Institución para la cual estamos trabajando, pero también es cierto, que habitualmente nos enfrentamos a situaciones que nos llevan a tomar decisiones rápidas, en muchas ocasiones sin poder valorar la opción «adecuada».
Pues bien, lo más paradójico de todo esto, es que gran parte de nuestro desarrollo profesional resolvemos eficazmente los retos que se nos plantean. Por poner algunos ejemplos, desde un cambio de escaleta de última hora, encontrar la ubicación perfecta para ese invitado inesperado, amoldar un recorrido o visita sobre la marcha para facilitar el trabajo a los medios de comunicación….etc.
En mi opinión creo que no buscamos el reconocimiento, la palmadita en la espalda cada vez que organizamos un evento, pero no supeditar como ocurre en muchas ocasiones a «una incidencia» al trabajo de muchas horas, no creo que seamos superhéroes, pero también creo que hay que poner en valor nuestra profesión, especialmente desde el prisma del beneficio en la cuenta de resultados que podemos generar, cuestión a mi entender, que puede ser un buen minimizador de la dictura del error.